“Muertos en vida”
La momificación ha sido una práctica habitual en
numerosas culturas desde hace miles de años. Para ello, se han usado diversas
técnicas, pero en Japón, durante buena parte del pasado milenio, un grupo de
monjes budistas desarrollaron su propia técnica, con un largo y doloroso
proceso que los llevaba a convertirse en auténticas momias vivientes. Éste
ritual se aplicó durante casi nueve siglos y podía llegar a durar hasta diez
años.
El término Sokushinbutsu
significa literalmente “conseguir la budeidad en vida”, los que se decidían a
practicarlo, pensaban que era la forma de llegar a estar lo más cerca de Buda
posible. El proceso no era practicado por todos y de los que lo realizaban,
solo unos pocos llegaban a conseguirlo. No hay que olvidar que todo el proceso es realizado de
forma voluntaria por el monje.
En la actualidad se conservan en el norte de Japón, unos 24 cuerpos
momificados de monjes, aunque se sabe que fueron cientos los que lo intentaron,
muchos no llegaron a conseguirlo y de otros se han perdido los restos.
A mediados del siglo XIX esta práctica fue
prohibida en Japón, pese a ello, estos monjes que todavía se conservan en
algunos templos son venerados como auténticos budas, quizás como recompensa a
todo lo que sacrificaron para conseguirlo.
El proceso de auto momificación
. El proceso se dividía en tres periodos de unos 1000 días cada uno:
-En la primera fase, el monje comenzaba una
dieta a base de frutos secos, harina de trigo y nuez moscada. Su propósito era
eliminar la grasa corporal ya que es lo primero que se descompone tras la
muerte. Al terminar esta etapa, eran tan solo hueso y fibra.
-En la segunda fase, consumiendo solo ciertas
raíces y corteza de pico. La dieta se combina con un té venenoso elaborado a
partir de un árbol. Este veneno tenía el propósito de envenenar gradualmente el
organismo para evitar que tras la muerte los gusanos corrompieran el cuerpo. Finalizado
este proceso, el monje ya parece un muerto en vida, tan débil que apenas puede
realizar tarea alguna.
-En la tercera fase, el monje es enterrado en
vida a unos metros bajo el suelo en una caja de madera con las medidas justas
para que pueda colocarse en posición de loto. En el ataúd se introduce desde el
exterior una caña de bambú para que pueda respirar. La persona hace sonar una
campana todos los días para que el resto sepan que continúa con vida, el día
que la campana ya no suena, se retira la caña de bambú y se sella la tumba
durante mil días.
Pasado ese periodo, se abre la tumba para comprobar si
el proceso de auto momificación ha funcionado. Si pese a todos los esfuerzos no
ha funcionado, el monje es enterrado con honores especiales. Si se ha
momificado de forma natural es colocado en el templo y venerado a partir de
entonces como a Buda.
Opinión personal
En mi opinión, puedo entender que para ellos
sea una forma de conseguir ser adorados como Buda, pero me parece una
barbaridad el tener que pasar unos 3000 días viendo como mueres poco a poco por
una decisión propia y teniendo que pasar por esos “auto-maltratos” como el de
beber un té venenoso para que envenene poco a poco el organismo.
Supongo que las personas que deciden practicar
el Sokushinbutsu, están en su sano juicio cuando empiezan, por
tanto, ellos sabrán lo que deben hacer o no con si cuerpo y su vida. Yo puedo
dar mi opinión, pero no pretendo convencer a nadie de que no lo haga porque
creo que cada uno es libre de tomar sus propias decisiones, es más, no todos
los monjes la practican, lo que significa que nadie se siente forzado ni mucho
menos obligado a llevar a cabo esta práctica.
Andrea López Fernández
1º Bach. B
1º Bach. B
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