La filosofía no ha existido desde el inicio de los tiempos , si no que se originó en un determinado lugar, Jonia en el siglo VI a.C.
Desde entonces, hemos conocido nombres de grandes filósofos como Descartes, Aristóteles, Hipatía… que nos aportaron grandes conocimientos que perduran hoy en día, pero a parte de esos grandes filósofos, existen otros de nombre anónimo, que no son filósofos intencionadamente, si no que su curiosidad y su afán de conocimiento los convierte en pequeños sabios.
Los niños, son estos filósofos; todos conocemos a algún pequeño, ya sea familiar o amigo, y sabemos que lo que más le gusta es cuestionarse todo tipo de preguntas sobre lo que le rodea, lo que le inquieta y el por qué de las cosas, sin callarse nada de lo que se le pasa por la cabeza.
Esto en ocasiones, sobre todo a las personas más mayores, les parece un estorbo, ya muchas veces, las preguntas de los niños, inocentemente, pueden herir los sentimientos de alguien o provocar situaciones incómodas.
Todos hemos oído alguna vez que a medida que cumplimos años ganamos sabiduría, conocimiento, lógica, poder de decisión… pero nunca nadie le da importancia a que perdemos ese don innato con el que nacemos, el don de la espontaneidad para preguntar y buscar respuestas, para saber y conocer todo aquello que nos rodea…
A medida que pasan los años, muchas veces nos callamos nuestras preguntas, por miedo a la respuesta o por miedo al que dirá o pensará la gente, viviendo atormentados muchas veces por esas preguntas.
Así que como podemos ver, a medida que pasa el tiempo, crecemos como personas pero no como filósofos, y ese pequeño don queda en el olvido; ojala llegue un día en el que todos seamos capaces de buscar y encontrar respuesta a nuestras preguntas y volver, de alguna forma a ser ese niño que un día fuimos.
Lucía Díaz Muñiz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario